Vacaciones y ruptura de pareja

28 de Junio de 2014 a las 10:20

Empiezan las vacaciones y la disponibilidad de más tiempo para disfrutar y compartir con la familia, pero desgraciadamente las estadísticas nos dicen que un porcentaje importante de rupturas de pareja se produce después de esta etapa veraniega.

Las vacaciones conllevan una convivencia más estrecha y mantener un roce más continuado con nuestra pareja que el que seguramente hemos vivido desde hace meses, y esto requerirá poner en marcha nuestra capacidad de adaptarnos a una situación diferente en nuestro día a día. Si la comunicación que hemos mantenido con nuestro partener, ha sido habitualmente buena y consensuada, posiblemente sabremos gestionar las pequeñas y naturales discusiones y será fácil llegar a un acuerdo.
Pero cuando cotidianamente no ha sido así, las diferencias que ya existían se acentúan y nos resulta más difícil que la cosa llegue a buen puerto.


PORQUE HAY MAS RUPTURAS DE PAREJA TRAS LAS VACACIONES


Hay varios factores que surgen por el hecho mismo de las vacaciones y que ilustran la manera habitual, mejor o peor de comunicarnos en otros aspectos y en otros momentos de nuestra convivencia, por ejemplo:

¿Cómo las organizaremos?

¿A donde iremos?

¿Viajaremos con el mínimo gasto de energía que ello conlleva,  o nos quedaremos cerca disfrutando de un ambiente relajado sin hacer cambios de destino?
Hay quien es más apalancado y no le apetece moverse mucho porque considera que las vacaciones son para descansar y no para viajar. O quien no concibe unas vacaciones sin hacer un viaje. El tema por lo tanto, atañe a cómo nos gusta a cada uno pasar el tiempo de ocio.

Si tenemos niños y según su edad, ¿nos pondremos de acuerdo en hacer todas las vacaciones con ellos yendo a lugares que les haga ilusión y después reservarnos unos días románticos? ¿O no los queremos dejar? Y si lo hacemos unos cuantos días, ¿quién cuidará de ellos, los padres o los suegros?

Hay personas que no quieren dejar a sus hijos con los abuelos ni siquiera un fin de semana para estar con la pareja, y también los hay quienes quieren que los cuiden sus padres pero no sus suegros.
Aquí el tema está relacionado con el tipo de relación que tenemos con los hijos y con la familia.

¿Cuánto tiempo estaremos de vacaciones una semana, 15 días o un mes?
Hay quien se cansa mucho si viaje varios días seguidos y quien s'aburre si está mucho tiempo en el mismo lugar.

¿De qué presupuesto disponemos, y qué gastos estamos dispuestos a hacer?
Lo que a uno le parece caro y adecuado al otro le puede parecer barato y fuera de lugar. Aquí lo que se pone de manifiesto es la relación que tenemos con el dinero, y en qué cosas nos parece adecuado gastárnoslo y en qué no.

Aunque estas preguntas son muy concretas, detrás de cada una de ellas se esconde lo que representa para cada uno de nosotros y qué emociones y sentimientos movilizan las posibles respuestas, y no sólo en cuanto a preferencias concretas, sino también en relación a si creemos que la pareja nos tiene en cuenta o no, y si pensamos que es justo ceder,  tal vez porque ya lo hemos estado haciendo durante todo el año.

Las respuestas a cada una de estas preguntas, tanto para el uno como para el otro, mostrarán las preferencias y las divergencias y la manera de solventarlas. ¿Quien cede en qué? ¿Pensamos en estos términos? Si la relación es de dominancia de uno de los dos sobre el otro, cuando la parte dominante tenga que ceder en algo, tendrá la sensación de que renuncia a mucho, y las emociones asociadas a esta renuncia pueden manifestarse con mal humor e irritabilidad que puede amargarnos las vacaciones, porque estará acostumbrada a mantener este rol. Si el rol de la relación es más de igualdad, donde las dos partes lo resuelven equitativamente pensando en el otro, la sensación de respeto mutuo prevalecerá a la hora de decidir, y posibilitará disfrutar conjuntamente, porque es a través de las pequeñas cosas que se va notando el acercamiento o la distancia.

Todas estas opciones que tendremos que acordar con la pareja, son el detonante de unas diferencias que ponen de manifiesto la manera de consensuar, pero sobre todo, una escala de valores a veces muy diferente y que está arraigada en aspectos de personalidad que conllevan rasgos de identidad importantes a través de los cuales se refleja un tipo de comunicación que hace, o no posible, el entendimiento.
    
No nos engañemos, las diferencias que emergen como un iceberg durante las vacaciones, si no se pueden consensuar, esconden una dificultad de comunicación mucho mayor que tiene su base en problemas no resueltos que a veces desembocan en una ruptura definitiva.


PORQUE NO HEMOS RESUELTO ANTES LAS DIFERENCIAS


Muchas veces evitamos hablar de las diferencias que tenemos con la pareja y esto deriva hacia un conflicto que se va haciendo cada vez mayor. La evitación de los conflictos se suele producir por miedo a que se evidencie la problemática de la relación en el momento de abordarla, y de que este hecho dispare una posible ruptura.
 

¿Evitamos hablar de temas conflictivos con la pareja? Y si es así ¿por qué lo hacemos?

¿Por miedo a entrar en discusiones bizantinas que pensamos que no llegarán a ninguna parte?

¿Para que nuestra pareja no se enfade si no se hace lo que ella dice?

¿Tenemos miedo a perder a la pareja si cogemos el toro por los cuernos?

¿Somos poco asertivos y nos cuesta proponer y sostener nuestros argumentos?

¿Sentimos que no somos creíbles y que no nos escuchará?

 

QUE PODEMOS HACER PARA RECONDUCIR Y MEJORAR LA COMUNICACION


No dejar para más adelante el hecho de afrontar las diferencias. Esto siempre es una trampa, ya que las cosas que no se ponen sobre la mesa siempre salen a través de irritabilidad, mal humor o agresividad. Es un mal que se convierte en crónico.

Podemos aprovechar que disponemos de más tiempo durante las vacaciones para ir abordando poco a poco y con delicadeza, temas que no hemos podido o sabido tocar antes.

No esperar a que la pareja tenga que adivinar las cosas que necesitamos o deseamos de ella; es una idea falsamente romántica y propicia malentendidos y decepciones gratuitas.

Podemos hacer una lista de nuestras necesidades y deseos, y luego otra pensando qué nos gustaría pedirle que nos ofreciera nuestra pareja.

Proponerle hacer cosas en común que gusten a ambos.

Buscar los aspectos coincidentes para reafirmar los puntos fuertes que existen en la relación aunque paralelamente también se aborden las diferencias.

Mostrar abiertamente lo que sentimos con respeto y procurando no herir al otro.

Tener en cuenta los deseos e ilusiones de la pareja aunque las nuestras sean diferentes.

Cuidar la relación mimando al otro y tener detalles con él que le gusten.

Si a pesar de todas estas medidas no podemos reconducir la comunicación en la relación, la ayuda de un psicólogo nos puede ser de mucha utilidad para identificar los puntos fuertes y débiles de la relación e intentar un nuevo acercamiento.