La rabia, aspectos positivos

27 de Abril de 2014 a las 01:14

La rabia es una de las emociones que tiene socialmente una connotación más negativa. Seguro que cada uno de nosotros tiene argumentos para explicar el porqué de esta connotación, ya que por el motivo que sea, ver a una persona enfadada no nos suele gustar.

En realidad las emociones no son ni positivas ni negativas. Simplemente son inherentes a nuestra especie, tienen su función en nuestra fisiología y en nuestra vida, y les damos una connotación positiva o negativa en función de la interpretación que hacemos de ella, que generalmente viene mediatizada por el contexto cultural, nuestra historia personal y las consecuencias de su expresión. Pero la rabia también tiene aspectos positivos que explicaremos en este artículo.


- ¿Sentís rabia a menudo o casi nunca?

- ¿Convivís con personas que se quejan a todas horas y están casi siempre de mal humor?

- ¿Qué relación tenéis con la rabia de los demás? ¿Y con la vuestra?

- ¿Qué os hace sentir ver a una persona expresando su rabia?

- ¿Y ser conscientes de vuestra rabia hacia alguien?

- Cuando veis o vivís una injusticia, ¿sentís rabia o no os inmutáis?

- ¿Cómo gestionáis la propia rabia?

 

LA RABIA ESTA MUY CERCA DE LA TRISTEZA

 

Aunque a primera vista parece estar muy lejos, la rabia convive a una distancia muy corta con la tristeza, pero suelen estar en compartimentos separados. Si en lugar de emociones fueran personas, la rabia y la tristeza no sabrían que están tan cerca la una de la otra ya que se repelen y se atraen mutuamente, pero también se necesitan ya que juntas alcanzan un sentido coherente que permite un equilibrio emocional.

Imaginemos por un momento una situación tensa en la que aparezca la rabia.

Una madre y su hijo:

Dani tiene 12 años, es un buen chico pero no le gusta ir a la escuela, va un curso atrasado y este año repite, le cuesta estudiar. Acaba de llegar del cole y su madre le está esperando porque ya hace más de una hora que tendría que estar en casa. Está enfadada porque piensa que su hijo se está colgando y no tiene suficiente interés por los estudios, lo ve desmotivado. Tanto ella como su marido hacen todo lo posible para llevarlo a una escuela con pocos chicos por clase y donde se preocupan mucho para dar a sus alumnos una buena educación en todos los sentidos, la escuela es cara y creen que Dani no la aprovecha.

Cuando lo tiene delante, la madre lo abuchea de mala manera: "¿Cómo te tengo que decir que no vengas tarde? ¡Después te quedan todos los deberes por hacer y te vas a dormir a las tantas! Ya estoy cansada de que nos avise la tutora para decirnos que vas mal, y lo estás suspendiendo todo otra vez. ¿! No tienes vergüenza o qué!? Tu padre y yo estamos haciendo esfuerzos para que puedas ir a un buen cole y a ti parece que no te importe. Si sigues así acabarás mal!

En este ejemplo, la rabia de la madre es expresada verbalmente, y el hijo es el receptor. Si nos quedamos sólo con esta anécdota difícilmente nos daremos cuenta de cómo la rabia está íntimamente conectada con la tristeza.
 

Pues seguimos:


La madre se encierra en su habitación y se queda enfurruñada pensando qué es lo que ella y su marido han hecho mal para que su hijo se comporte de manera tan pasota, se siente impotente porque no sabe cómo ayudarlo y se pone a llorar porque sufre por él y piensa que ella es, de alguna manera, responsable de lo que le pasa.


Aquí vemos cómo la rabia da paso a la tristeza. Al ponerse triste, la madre da sentido a su enfado y la conecta con lo que siente como una imposibilidad de ayudar a su hijo, ya que se culpabiliza y eso la hace sentir impotente. La rabia es hija de la impotencia, porque proviene de cosas que queremos pero no sabemos o no podemos cambiar. Discernir cuáles son susceptibles de cambio y aceptar que a veces no dependen de nosotros, posibilitará sensiblemente nuestro bienestar.

Uno de los aspectos de nuestro equilibrio emocional descansa sobre el entendimiento entre estas dos emociones. La rabia cuando es expresada y no puede ser posteriormente reflexionada sólo tiene una función catártica que no nos ayuda a comprenderla, y al no encontrarle un sentido, puede retroalimentarse y descontrolarse. En cambio, si podemos detenernos a pensar por qué estamos rabiosos, observaremos que hay algo que desearíamos cambiar y tendremos que calibrar si lo podemos conseguir, o no. El equilibrio se encuentra, cuando después de reconocer y aceptar que no puede ser, convertimos la sensación de impotencia en el conocimiento de los propios límites y en una renuncia voluntaria a luchar con las cosas que no están a nuestro alcance. Cuando podemos dar este paso, se nos abre una perspectiva nueva mucho más amplia y creativa que transforma la rabia en energía y que nos permite construir y crear a partir de una base sólida y realista; y no estoy hablando de resignación, sino de otro tipo de lucha .

La expresión de la rabia y el hecho de " perder los papeles " en un determinado momento, no significa que no tengamos razón, la rabia puede ser perfectamente legítima, y puede estar relacionada tanto con una rabieta producto de nuestra autoexigencia como con un hecho injusto.



¿CONTROLAR LA RABIA O CONTENERLA Y CANALIZARLA?

 

Hay una diferencia significativa entre estos dos conceptos:

El control se refiere a la represión de una emoción, a mantenerla encapsulada, a no dejarla salir y evitar explotar por miedo al descontrol; digamos que es una medida paliativa que en ciertas situaciones puede resultar necesaria si no encontramos otra vía de salida.

Aunque en ciertos momentos el control de la rabia es una solución para no explotar, lo importante no es el control, sino aceptar que la sentimos y comprender por qué. Lo que nos lleva a un equilibrio emocional no es el control, sino el conocimiento de nuestras emociones, y eso siempre conllevará sentirlas y nos permitirá posteriormente su contención.

La contención se consigue pues, mediante esta identificación y aceptación de lo que sentimos, sea la emoción que sea, y la voluntad de comprender qué es lo que la origina y de dónde proviene. Averiguarlo nos ayuda a conocernos mejor. Es una medida preventiva y no paliativa que nos permitirá darnos cuenta de si nuestra rabia es un rasgo de personalidad que está fuera de lugar o bien la expresamos porque tiene un sentido y esto nos permite legitimarla. De esta manera podremos canalizarla y dirigirla hacia donde queramos.


COMO APRENDEMOS A CONTENER LA RABIA

 

Cuando somos pequeños la contención la hacen nuestros padres y cuidadores. Ellos se encargan de interpretar nuestras emociones y de darles un sentido. En función del sentido que le dan, ellos, nos transmiten una cosa u otra, y esta respuesta que recibimos de niños conformará un patrón de comportamiento que conjuntamente con los rasgos genéticos y constitucionales será una "guía" mejor o peor mediante la cual se modelará posteriormente nuestra conducta.

Más adelante, y una vez interiorizado este modelo, tendremos que aprender nosotros solos a contener nuestras emociones, y ello dependerá, sólo en parte, del modelo que habremos recibido.

La rabia como cualquier otra emoción está ligada a nuestra historia personal. La valoración subjetiva de las situaciones que vivimos hace que cada uno de nosotros la sienta y la exprese con diferentes grados de intensidad.

Nos es más fácil detectarla en los demás que en nosotros mismos, y a menudo refleja aspectos nuestros que no nos gustan y que no aceptamos como propios, esto hace que nos cueste aprender a canalizarla.


ASPECTOS POSITIVOS DE LA RABIA

 

La rabia no es una emoción que se tenga que superar, sino comprender. Las medidas catárticas de gritar, hacer deporte, o pegar a un saco de boxeo nos liberarán momentáneamente porque la tendremos " distraída ", pero si no trabajamos en relación a su origen reaparecerá una y otra vez en momentos y situaciones de lo más curioso, tanto, que hasta nosotros mismos nos sorprenderemos.

Pero no siempre es conveniente "superar " la rabia y sacudírnosla de encima, ya que a veces nos ayuda a sobrevivir emocionalmente.


Una función importante de la rabia está en el instinto de supervivencia. De hecho es una emoción totalmente legítima que a veces nos sirve para defendernos en situaciones donde está en peligro nuestra identidad, psicológica o física y / o colectiva.


CUANDO SENTIMOS RABIA

 

Es importante distinguir entre rabia y violencia. La rabia es una emoción que expresa irritabilidad .

La violencia es el acto de hacer daño a otras personas o seres de manera intencionada y expresa, tanto a nivel físico como psicológico. La violencia va ligada a la destrucción y a la psicopatía.

La rabia se activa ante sentimientos de frustración que no sabemos manejar, o bien como resultado de sentirnos engañados, traicionados o heridos por otras persona .

Generalmente va ligada a situaciones en las que consideramos que nosotros mismos o los demás no están respetando aspectos importantes de nuestra identidad.


Rabia contra nosotros mismos

 

Cuando nos exigimos cosas que no podemos alcanzar producto de la autoexigencia y estamos interiormente enfadados con nosotros mismos porque no las podemos cambiar.

Cuando estamos en contradicción porque el miedo nos impide hacer cambios para salir de situaciones que nos crean malestar y nos sentimos crónicamente insatisfechos.


Rabia contra los demás: agresión psicológica

 

Ante actitudes de :

- Desprecio

- Infravaloración

- Críticas destructivas y constantes

- Demandas insostenibles o que atentan a la propia dignidad

- Descalificación

- Burla, sarcasmo

- Anulación



- Aprovecharse de la vulnerabilidad de los demás

- Abuso de poder para conseguir la sumisión

- Vulneración de derechos



- Amenazas

- Insultos

- Obligar a hacer cosas indignas en contra de uno mismo o de otros


Rabia contra los demás: agresión física

 

Golpear, pegar, violar, romper, destruir .

La violencia física casi siempre se acompaña también de violencia psicológica para bloquear y paralizar al otro como forma de neutralizar su capacidad de resistencia para defender su identidad.


Todas estas actitudes son actitudes violentas frente a las cuales las personas suelen reaccionar con rabia. Esta rabia es legítima ya que es una forma de defenderse de actitudes de anulación y de sometimiento para no sentirse como una " posesión " del agresor.


Cuando la violencia no es evidente y circula de una manera más simbólica, es más difícil de identificar, y por tanto la persona agredida a veces no está segura de si lo está siendo y la actitud de prepotencia del agresor va minando su integridad psíquica relegándolo a la duda y llevándola a la confusión, por lo que entonces la defensa se ​​hace más difícil y también la preservación de la identidad.


El agresor suele aprovechar a su favor esta confusión pervirtiendo las manifestaciones de rabia de la persona agredida, descalificando sus actitudes y diciendo que " pierde los papeles" , como si este hecho le diera derecho a justificar sus actos violentos. Es la típica falacia de: " cuando pierdes los papeles dejas de tener razón ". Las personas o instituciones que utilizan la violencia simbóloca, suelen aprovecharse de la connotación socialmente negativa que tiene la expresión de rabia para, llevándola a su terreno, ridiculizarla para desproveer impunemente a los demás de lo que es suyo.

 

Por tanto, la rabia, habiendo reflexionado sobre cuál es el motivo que nos la provoca, y convertida en energía, es un recurso importante de defensa y de supervivencia.